Oliver Franklin Wallis presenta su libro “Vertedero: la sucia realidad de lo que tiramos, a dónde va y por qué importa”

13/03/2025

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Promovemos el progreso y la prosperidad, pero, en qué fundamentamos esta prosperidad es muy importante. Cuanto más rica es una sociedad más desperdicia y, según crecen los países desarrollados, el problema se acelera.

Javier del Pino, entrevista al periodista Oliver Franklin Wallis, autor del libro “Vertedero: la sucia realidad de lo que tiramos, a dónde va y por qué importa”. Recogemos algunas de sus conclusiones, que pueden ayudarnos a reflexionar sobre nuestro modelo de consumo y su impacto en los más empobrecidos del planeta.

¿Está nuestra prosperidad fundamentada en unos estilos de producción y consumo que producen “montañas” de basura?

Según el periodista, utilizar la palabra montaña para describir las acumulaciones de basura y residuos en numerosos países del Sur Global, es absolutamente exacto. De hecho, uno de los vertederos más grandes del mundo es el de Ghazipur, en Nueva Delhi, India, y es conocido por todos como “la Montaña”, dado que su altura es similar a la de un edificio de 20 plantas. Se puede ver desde cualquier punto de la ciudad, “mientras, en España o Inglaterra, donde yo vivo, generalmente escondemos nuestros residuos, que van a parar a vertederos o se incineran, no los vemos ni llegamos a percibir los olores ni la dimensión de todo aquello”.

¿Somos conscientes del grave problema que le estamos causando al planeta y a sus habitantes más vulnerables?

Seguramente, el hecho de esconder nuestra basura, alejándola de nuestras ciudades o externalizándola a los países más pobres del planeta, sea una de las más importantes razones por las que no somos conscientes de la inmensa cantidad de desperdicio y residuos que estamos generando.

Es una cantidad de deshechos que afecta, no solo al planeta por la contaminación que provoca, sino también a las personas que viven literalmente en y de la basura. En palabras del periodista “se ganan la vida como recolectores de basura”, con la peligrosidad  y el estigma de exclusión que llevan consigo. Son las personas más empobrecidas del planeta quienes viven de lo que tiramos y desechamos. En sus palabras “ver a los niños de la India sobre la basura es lo que me ha dado la verdadera magnitud del problema”.

 

Pero, ¿por qué se ha convertido en un problema tan gigantesco la basura que producimos?

Históricamente, el ser humano ha ido dejando rastro de su paso por la Tierra, con “restos” que serían el equivalente a la basura actual. En ese tiempo, eran ánforas u otros objetos de la vida cotidiana. Han sido esos rastros los que nos han permitido conocer nuestra evolución. Sin embargo, en los últimos sesenta o setenta años, la producción de basura ha ido incrementándose a tal velocidad que, probablemente, se ha convertido en uno de los mayores problemas a los que hoy se enfrenta la humanidad. “Cada año se desechan 2.000 millones de toneladas de residuos sólidos en el mundo, en 2050 se alcanzarán los 3000 millones de toneladas y que gran parte de ellos va a parar a países del Sur global”. Porque nos hemos convertido en “exportadores de residuos, que descargamos en los márgenes y en los marginados”.

Esto nos enseña una lección: “lo rápido que ha cambiado todo esto y lo rápido que se está convirtiendo en un problema que apenas estamos empezando a entender ahora”.

De hecho, en la década de los 80, los países desarrollados estaban literalmente inundados de basura, así que decidieron exportarla. A partir de 2001, cuando China se incorpora a la Organización Mundial del Comercio (OMC) aceptó acoger la basura que producía nuestro estilo de vida en los países más desarrollados, plásticos o productos que no sabíamos o no queríamos reciclar. Esto fue así hasta 2018, cuando China, comprendiendo la magnitud del problema y viendo el impacto medioambiental tan gigantesco, porque la basura que allí llegaba no se reciclaba, sino que se quemaba o se vertía, cerró sus fronteras, “se hartó de ser el cubo de la basura del mundo” y ésta fue enviada a diferentes países en África, América Central y del Sur y el propio Sudeste Asiático.

¿Cuál es la realidad de la producción y acumulación de basura?

Hay diferentes tipos de basura, a cada cual más dañina para el medioambiente y para las personas más vulnerables.

Empecemos por el plástico. Por ejemplo, una botella de plástico, de las que contienen los refrescos, tarda entre 450 y 500 años en deshacerse. Pero no es biodegradable, sino que se convierte en micro o nano plásticos, tan dañinos para los seres vivos, incluidos los seres humanos. Además, de los más de 480.000 millones de botellas de plástico que se fabrican cada año sólo se recicla a nivel mundial, el 12%. Cada año, 11 millones de toneladas de plásticos son vertidas al mar.

Hay numerosas empresas que sabemos que son altamente contaminantes y que se han ido retractando de sus compromisos, entonces “no podemos confiar en que estas empresas se auto regulen”.

Otro producto muy problemático es la ropa. Cada año se producen 62 millones de toneladas de ropa y se calcula que el 25% no se va a vender. Y hay empresas que prefieren quemar o enviar al vertedero sus prendas antes que venderlas más baratas. “La electrónica es la fuente de residuos que más rápidamente crece”.  Los productos electrónicos son mucho más caros de fabricar que las botellas de plástico, pero que también se destruyen para evitar abaratar precios. Millones de televisores sin estrenar, ordenadores, móviles. Se destruyen para obligar a comprar otros más baratos “es el modelo de negocio de las grandes empresas”, “el desperdicio se da por sentado, lo consideran una desgravación fiscal”. “Son empresas que, por un lado hablan de sostenibilidad, pero, por otro, vierten productos nuevos, máquinas en perfecto estado, en licuadoras gigantes, para su destrucción”. Los restos se vuelven a vender a las mineras que los reciclan y vuelven a ponerlos en el mercado.

Por último, hay que hablar de la basura nuclear. La más contaminante porque produce residuos “ultra tóxicos”. De hecho, “los residuos nucleares seguirán siendo radiactivos dentro de 10.000 años, más tiempo del que ha existido el lenguaje escrito”. “La industria nuclear, desde los años 50, en realidad nunca se ha hecho cargo de sus residuos”. Hasta ahora, el único país que está construyendo un espacio seguro, a gran profundidad en suelo inerte es Finlandia.

¿Cómo podemos explicar nuestro desinterés por este gravísimo problema?

“Nos hemos acostumbrado a cerrar la tapa del cubo de basura y pensar que así ya desparece, pero resulta que esos objetos tienen una segunda vida como residuos y existe esa otra mitad de la economía global ante la cual hemos estado cerrando los ojos. Deberíamos pensar en esto y dar una oportunidad a los productos de segunda mano”. “Hay modelos de negocios innovadores con productos de segunda mano”.

Para terminar ¿qué podemos hacer como ciudadanía responsable del problema?

Por un lado están los responsables del mercado, las autoridades y las empresas. Para esto, “propongo una conversación compartida. Confluir para hacer los cambios necesarios para atajar la crisis de los residuos, porque, de lo contrario, se nos va a ir de las manos”.

Y por otro lado, estamos nosotros, los consumidores y consumidoras. “Si todos comprendiéramos el valor de las cosas que tiramos a la basura, seríamos mucho menos derrochadores”. “Creo que comprar menos no es un retroceso. La felicidad y la satisfacción de comprar cosas que te gustan de verdad, que duren mucho y que luego se pueden reparar y dejar a tus hijos. No se trata de comprar cosas más caras, necesariamente, sino comprar cosas que te importan, que luego las hereda otra persona y entender que somos una especie de custodios de todo”.

Oliver Franklin nos da las claves para alcanzar una prosperidad compartida

En esta última reflexión, seguramente, está la clave de la prosperidad. Por un lado, en exigir una producción más sostenible, con una reducción importante tanto de lo que se produce como, por supuesto, de lo que se tira.

Por otro, en saber elegir, con un consumo menor y más responsable de objetos necesarios y con un significado para nuestra vida.

Ser CUSTODIOS, cuidadores de lo que nos rodea, pasa por consumir menos y mejor. El planeta y las personas más vulnerables lo necesitan urgentemente.

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