Entrevista a Óscar Bazoberry, coordinador del Instituto para el Desarrollo Rural Sostenible para Sudamérica
17/12/2020
Óscar Bazoberry es Coordinador del IPDRS, sociólogo, especialista en métodos de investigación y docente en el Posgrado de Ciencias del Desarrollo de la Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia). Además, tenemos el placer de contar con su criterio como miembro del jurado nacional de la Categoría Escuelas de esta edición del Festival.
El Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS) es una iniciativa de la sociedad civil que nació en el año 2009 para promover enlaces, sinergias y acciones de desarrollo rural de base campesina indígena en la región sudamericana. Óscar, háblanos del origen de vuestro proyecto y cuáles son las bases de vuestro trabajo.
Las fundadoras y fundadores del IPDRS provenimos de una larga tradición de trabajo en el campo, especialmente con población indígena guaraní, quechua, aymara, moxeños, de territorios de Amazonía, Chaco, Altiplano. Constatamos que es muy importante los esfuerzos que hacen las personas en sus comunidades, y también de los obstáculos que se les impone. Así surgió la idea de una institución que mire una región más amplia, propicie debate y acciones concretas, desde un enfoque que llamamos inspirador y dignificador de los hombres y mujeres.
¿Cuál es la visión del campesino y campesina indígena sobre el desarrollo de sus comunidades? ¿Hay diferencias en estas visiones entre hombres y mujeres?
Como la mayoría de la población del mundo, la población indígena también tiene preguntas, dudas y certezas sobre el desarrollo de sus comunidades. La historia más corta los empujaba a las ciudades como medio para adquirir nuevos conocimientos para el mercado de trabajo, información, e incluso recursos. Hoy la situación es distinta, el cambio climático, la diversidad de dietas, la sostenibilidad del planeta, la propia tecnología digital, le agrega un valor distinto a la población campesina indígena. Ciertamente, muchas comunidades, y la humanidad misma, no está preparada para asumir esta responsabilidad, lo que genera tensiones y conflictos con el sistema económico, con empresas, entre personas necesitadas, que es necesario afrontar.
En nuestros países el campo se ha feminizado, es una afirmación académica, pero también estadística, y yo diría incluso simbólica. En nuestros estudios de retorno al campo, en la mayoría de los casos, es la mujer la que toma la iniciativa, y en los casos más sobresalientes de defensa de territorios, iniciativas de mercado, las mujeres lideran estos procesos. Con este potencial, hay muchos aspectos aún que resolver, una sociedad que le pone a las mujeres más obstáculos que a los hombres en su misma condición de ruralidad, y la violencia doméstica, política y económica, en todas sus manifestaciones, que hay que enfrentarla práctica y sostenidamente.
Sin duda, el portal web de IPDRS y las redes sociales tienen un gran protagonismo como espacios de comunicación, diálogo e intercambio, ¿por qué se eligen estas herramientas y no otras, para alcanzar los objetivos de desarrollo marcados? ¿Qué papel tiene el audiovisual y otras artes como la fotografía en vuestras estrategias de trabajo?
Nuestra fundadora, Carmen Beatriz Ruiz, premio nacional al periodismo, y Sergio Martinez productor de arándanos en Tarija, y yo coincidimos que una ambición de esta naturaleza, sudamericana, requería herramientas de comunicación muy sólidas. Y lo primero que tuvo el IPDRS fue una página WEB, hace 10 años no era tan sencillo como ahora, y así fuimos caminando, y somos conscientes que es una maquinaria que gira muy rápido y tenemos que estar siempre intentando actualizarnos.
En los últimos tres años, con el apoyo de Manos Unidas, hemos llevado esta experiencia a los territorios indígenas, para que los jóvenes, que ya están enchufados a la tecnología, sean también productores de contenido, no solo consumidores, y pienso que los resultados son muy alentadores. También encontramos que estas herramientas multimedia, pueden ayudar a las personas mayores a tener una mejor comunicación con sus familias, así incentivamos a utilizar mensaje de voz a las personas con dificultad de escritura, que en Bolivia son especialmente mujeres mayores, dadas las diferencias educativas en su generación.
Desde el Festival de Clipmetrajes, en esta edición, queremos poner el foco en el Derecho a la Salud y concretamente en las desigualdades que impiden que esté garantizado para todas las personas. ¿Cómo lucha el campesinado indígena para garantizar este derecho fundamental en sus comunidades?
En nuestros países, la pandemia del COVID-19 ha desnudado que nuestro sistema de salud convencional es lamentable. La única y mejor respuesta de las personas ha sido el autocuidado, los conocimientos tradicionales para aliviar los síntomas de la enfermedad, más del 90% de las personas que se supone han enfermado en el campo (porque solo el 3% se hizo alguna prueba), se han atendido en casa, a cargo de familiares y sanadoras comunitarias. Se ha revalorizado el conocimiento sobre la biología de las plantas y nuestros cuerpos.
En mi criterio, poner el foco en el Derecho a la Salud nos exige un equilibrio entre la denuncia a un sistema deshumanizante y la exigencia a mejoras en los sistemas públicos, al reconocimiento del valor del autocuidado, la familia, las vecindades, y en el caso de las comunidades rurales, una compensación por las funciones que pueden prestar a la salud global del planeta y los seres biológicos que compartimos este espacio.
Sumidos en medio de una pandemia mundial, ¿cómo la están afrontando en las comunidades rurales y qué consecuencias está teniendo la COVID-19 en sus vidas?
Las comunidades rurales en Bolivia son muy organizadas e intentaron controlar la movilidad de personas, pero como en otros casos, fue rebasado. Por una parte, recibieron grandes flujos de familiares y vecinos que retornaron a las comunidades, para asegurar su alimentación y otras condiciones que no tienen en las ciudades donde viven, y por otro lado las ciudades demandaban productos alimenticios y nos encontró en época de cosecha, lo que fue bueno.
Resistieron muy bien, alimentaron a más personas de lo habitual, lograron mantener abastecidos los mercados de las ciudades. Sin embargo, consumieron gran parte de sus activos y reservas, animales y semillas, lo que ya se está sintiendo en la nueva temporada que inicia, las consecuencias aún no las podemos estimar.
¿Cómo está contribuyendo el IPDRS a esta lucha contra el virus y sus consecuencias?
Hemos hecho estudios, registros, y estamos haciendo análisis para aprender de situaciones extremas, lo que ocurrió con el virus, en términos de movilidad social, autoayuda, flujos urbano rurales, puede ocurrir en crisis políticas, en crisis ambientales, y por tanto es importante documentar esto.
Por otro lado, y con el proyecto Manos Unidas y otros aliados con los que trabajamos, publicamos material, al inicio para ayudar a comprender la enfermedad y las medidas de prevención, siempre con una mirada territorial integral, luego apoyamos, en la medida de las posibilidades, a rescatar semillas nativas para la nueva siembra, y ayudar con protocolos y nuevas prácticas para que las mujeres de las comunidades continúen con sus actividades económicas con las que se venía trabajando habitualmente.
Para acercarnos más a esta realidad rural de la que nos hablas Óscar, nos gustaría presentar el documental Machareti durante la Pandemia, realizado por el IPDRS, que refleja muy bien el impacto de la enfermedad en la población, pero, al mismo tiempo, la fortaleza de las familias y la respuesta de las autoridades para hacerle frente.
Para terminar, Óscar, ¿qué mensaje lanzarías, desde tu experiencia y la mirada que aportas desde el otro lado del mundo, a los futuros participantes del Festival?
Animarlos, yo conocí la experiencia hace muchos años, me pareció magnífica, les sigo constantemente. Inspiró algunas de las propuestas que tenemos para jóvenes en el IPDRS, como el concurso de videos y carteles. Ustedes, chicas y chicos, tienen la capacidad de sorprendernos, involúcrense y sorpréndanos, y no dejen de mirar al campo con aprecio, que buena falta nos hace.