Entrevista a Javier Malpartida, miembro del jurado de esta edición y director de la asociación peruana Tarpurisunchis, socio local de Manos Unidas.
26/01/2023
Hoy, 26 de enero, se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, con la finalidad de concienciar a las personas acerca de la importancia de preservar y proteger el medio ambiente, así como incentivar su participación en las iniciativas que se están llevando a cabo a nivel mundial, para su conservación.
La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva.
Sin una educación de calidad, inclusiva, equitativa y que incentive el valor de la sostenibilidad para todas las personas, los países no lograrán alcanzar la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, niñas, jóvenes y adultos.
Javier, como educador con una gran experiencia en la gestión de procesos de aprendizaje, diseño de programas y producción de material educativo, ¿cómo definirías el papel de la educación en el desarrollo de los pueblos?
Para empezar, quizá habría que replantearnos el término “desarrollo” que se usa en la pregunta. Y es que desarrollo ha devenido en una suerte de “progreso a todo costo”. Es decir, a convertir todo en cemento, a tener más tecnología, a comprar cada día más cosas que no necesitamos, etc., más allá de si para lograrlo destruimos los bienes comunes, el planeta, o si generamos más injusticias y desigualdades.
Bajo esa mirada, preferiríamos hablar del rol de la educación en la generación de mejores condiciones de vida, o en la construcción del Buen Vivir, como le decimos los pueblos quechuas en el Perú.
Sin duda creemos que la educación es el único camino para lograrlo. Claro, no hablamos de la educación entendida como “cursos”, “títulos universitarios” o estatus social. Por el contrario, hablamos de la educación como la base para construir una sociedad distinta. Donde podamos convivir, compartir y cuidar la madre tierra que nos acoge.
Creemos que es importante la ciencia y el conocimiento. Lo que sucede es que hemos avanzado mucho en ciencia y conocimiento, pero ese avance ha servido, en la gran mayoría de casos, solo para enriquecer a unos pocos, más allá de las grandes mayorías.
Por eso hablamos de educación, como formación de identidad, de ciudadanía para la vida en solidaridad y en armonía con el medio ambiente. Así lo recoge esta imagen:
¿Con qué objetivo nace Tarpurisunchis que en quechua significa “Sembremos”?
Justamente nos llamamos “sembremos” porque creemos que el cambio social que anhelamos solo es posible desde abajo. No es un cambio que puedan hacer los políticos o las vanguardias. Es decir, creemos en el cambio desde las personas, en su forma de asumir la vida, el interés público y colectivo, la cultura y la relación entre los seres humanos, como los demás seres que coexisten con nosotros en el planeta y el universo.
Esa armonía no es fantasía. Es posible. Pero con otra mirada. No con la mirada que convierte todo en dinero o en tener más, más y más.
No creemos en el cambio con la lógica del ingeniero, que aprieta un botón o saca un resolución y listo ¡no! Creemos en el cambio que funciona con la lógica de l@s campesin@s. sembrando para luego cosechar. y educar es sembrar.
¿Cuáles son los ejes de vuestro proyecto educativo?
Somos un colectivo de personas comprometidas con el desarrollo de las capacidades y la autonomía de la gente, en particular de los sectores populares, de quiénes muchas veces se presume que “no saben” o “no pueden”. Situamos nuestra apuesta en Apurímac, por su gente, su historia y su futuro, por su tradición y cultura potente, por sus prácticas vivas de solidaridad y celebración de la vida, por esa geografía desafiante que el maestro llamó de “ríos profundos”.
Creemos que podemos compartir aspiraciones y esfuerzos. Queremos sembrar en el terreno fértil de sus/nuestros procesos y búsquedas. Los frutos que anhelamos son sus/nuestras capacidades expandidas y la recuperación del control sobre sus/nuestras vidas.
Soñamos con una región en la que hombres, mujeres, jóvenes, niños y niñas viviendo en bienestar, decidan con plenitud y responsabilidad sobre sus vidas, recreando formas y prácticas de convivencia, sustentadas en la participación, la justicia, la solidaridad y el respeto a la Madre Tierra. Sentimos y pensamos que la educación regional y el desarrollo de las capacidades de las organizaciones comunitarias constituyen dos ejes y “palancas” poderosas para mejorar la vida de la gente.
De manera específica, el Colegio Tarpurisunchis fue fundado para brindar a las familias de la región, una oportunidad educativa de calidad para sus hijas e hijos, orientada a formar la ciudadanía crítica, competente y comprometida, que requieren hoy nuestros pueblos y nuestro país.
Pretende igualmente, ser una experiencia innovadora, que muestre a la sociedad regional, las posibilidades reales de cambio que tiene nuestra educación pública.
Para ello, trabajamos en diálogo con diversas instituciones educativas y redes, fomentando la innovación y apoyando la transformación del sistema educativo regional.
Nuestra propuesta educativa busca que nuestras y nuestros estudiantes se desarrollen como personas autónomas, responsables, solidarias, creativas, críticas y competentes.
Para esto, nuestro trabajo gira en torno a tres grandes ejes: La Afirmación de nuestra Identidad Cultural; La Construcción de Formas de Vida Democráticas y la Defensa y la Convivencia Armónica con la Naturaleza.
Su local de 7 mil metros cuadrados, está ubicado en pleno corazón de Tamburco, brindando un contacto directo con la naturaleza.
En la presentación de vuestra web encontramos una frase de Paulo Freire “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. ¿En qué valores crees que hay que educar a los niños y niñas para que afronten el reto de construir sociedades más justas y equitativas?
Los valores que nos orientan son los que podemos encontrar hoy vivos en nuestra región: solidaridad, honestidad, justicia, respeto. Todos ellos aplicados a la vida en comunidad y en la relación con la madre tierra.
¿Cuál crees que es la aportación del pueblo Quechua al desarrollo de su país? ¿Cómo se ponen en marcha los mecanismos para que esa aportación sea una realidad, se materialice?
El gran aporte del pueblo quechua, y seguramente de muchos otros pueblos originarios, es justamente su capacidad de resistencia a todos los antivalores que la “modernidad” ha impuesto en el mundo: el consumo, el éxito, la ganancia como objetivo supremo, la competencia en todo, etc.
En nuestros pueblos, el ayni, la minka, las decisiones colectivas en asambleas, son todavía realidad.
Por eso decimos, sin vanidad, que nuestra fuerza radica justamente en que luego de más de 500 años, no han podido desaparecer nuestra tradiciones y valores. Ni la conquista colonial, ni las actuales formas en que la “modernidad” busca hoy comprar nuestras conciencias.
Eso se concreta hoy de muchas formas, en las que se resiste y se contagia esos valores colectivos y de respeto a la naturaleza. Quizá la forma más visible en la que los pueblos originarios lo expresan en la defensa del territorio. En el cuidado del agua. En la crianza mutua de la madre tierra.
Como jurado del festival de Clipmetrajes, ¿qué valoración haces del audiovisual como herramienta educativa y por qué animarías al profesorado a participar en esta edición?
Es sabido ya que “una imagen vale más que mil palabras”. Esa verdad, luego de la pandemia se ha multiplicado por mil. Hoy, que niños y niñas de corta edad han ingresado ya a la virtualidad, en la que la juventud ya está inmersa, la imagen, las historias, la narrativa audiovisual es muy influyente.
Por eso usamos tanto los videos y las películas en nuestro trabajo. Porque comunican mejor que mil charlas o documentos.