Las desigualdades condenan a muchos menores a una muerte prematura
3/12/2020
En los últimos 20 años, los índices de mortalidad infantil se han reducido en más de un 50 por ciento. En casi todos los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas se han logrado enormes progresos. Pero dentro de cada país, las desigualdades condenan a muchos niños y niñas a una muerte prematura.
Un estudio publicado en la revista Nature se centra en 99 países de ingresos medios y bajos en los que, en 2017, ocurrió el 93 por ciento de las muertes de menores de cinco años (R. Burstein et al. Nature 574, 353–358; 2019).
El resultado global es alentador: en el 60 por ciento de los 17.554 distritos administrativos examinados hubo un progreso constante. Pero un examen más atento revela que persisten desigualdades. Si en todas las zonas de cada país las tasas de mortalidad hubieran sido iguales a las de los mejores distritos, la mayoría de esas muertes no habrían ocurrido.
Las zonas más prósperas, entre ellas las ciudades capitales, suelen tener índices de mortalidad infantil muy inferiores. La gobernanza inadecuada puede traducirse en una asignación desproporcionada de recursos en beneficio de los grupos privilegiados. Por lo general, la mortalidad infantil alcanza puntos de máxima en las zonas más pobres, donde suelen concentrarse las minorías étnicas, determinados grupos religiosos, poblaciones indígenas y otras comunidades marginadas. La discriminación contra las mujeres impide que se otorgue prioridad a la salud materna; la discriminación contra los grupos étnicos o religiosos se traduce en servicios inadecuados para niños y adultos, y los fallecimientos de párvulos suelen ir acompañados de otras violaciones de derechos humanos. La inseguridad, la violencia y el conflicto afectan a millones de niños.
Michelle Bachelet (Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos):
“Las prestaciones sanitarias de gran calidad y realmente universales exigen políticas cuyo alcance se extienda más allá del marco estrictamente sanitario. Esas prestaciones necesitan medidas que defiendan una amplia gama de derechos humanos y combatan la desigualdad y las privaciones. Medidas para fomentar la vivienda decente, mejores derechos laborales, cuidados infantiles ampliados y beneficios de desempleo, acceso a servicios básicos como el agua potable –esas son las reformas que debemos reconocer como elementos esenciales para la salud”.
Para garantizar el derecho a la salud es necesario llevar a cabo una gran estrategia coordinada que permita abordar este gran reto desde todos los campos sobre los que hay que actuar para eliminar las injusticias, las desigualdades y la pobreza, causantes de la muerte de millones de menores cada año.
Que miles de niños y niñas mueran cada día porque no han tenido un diagnóstico a tiempo, por una diarrea provocada por la falta de agua potable o porque su madre no ha recibido una atención médica adecuada durante el parto, es inaceptable e injusto.
En Manos Unidas llevamos más de 60 años comprobando que, además de luchar para que las grandes medidas necesarias para acabar con la mortalidad infantil se pongan en marcha y visibilizar las desigualdades, hay soluciones que salvan la vida de miles de personas y que debemos apoyar de manera inmediata.
La mala salud no es solo una consecuencia de la pobreza, sino que puede ser una de sus causas, por eso, apoyamos proyectos que promueven el derecho a una vida sana y saludable de todos los seres humanos.
- Prevenimos enfermedades a través de la creación, el equipamiento y la mejora de infraestructuras sanitarias.
- Promovemos campañas de vacunación y de medicina preventiva.
- Formamos a agentes de salud comunitarios para sensibilizar a la población sobre la importancia para la salud de una nutrición y una higiene adecuadas.
- Fomentamos la atención materno infantil, tanto prenatal como postnatal, para reducir la mortalidad materna y la mortalidad infantil.
- Reforzamos a las autoridades competentes en la prevención y control de las enfermedades endémicas.
En 2019